Deia – Urkullu propone una red mundial para la memoria tras visitar el «Auschwitz argentino»

Por  Miriam Vázquez

Apuesta por una reflexión «crítica» en su visita al centro de detención y exterminio durante la dictadura de Videla

«Aquí se produjo un crimen contra la humanidad». Con esa frase lapidaria escrita sobre un cristal, el Sitio de la Memoria ESMA da la bienvenida a sus visitantes y pretende agitar sus conciencias para no olvidar y seguir demandando justicia tras los horrores de la dictadura cívico-militar que hundió económicamente a Argentina y dejó un reguero de desaparecidos y de madres llorando la pérdida de sus hijos, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. Este centro, que es sobre todo un lugar para la pedagogía y recibe frecuentes visitas de estudiantes de secundaria, fue también visitado el martes por el lehendakari en el marco de su viaje por Argentina y Chile, y la experiencia le sirvió para proponer una red internacional de centros de la memoria para coordinar trabajos porque está convencido de que son esenciales para que no se repitan errores del pasado y para promover una memoria «crítica» con el pasado.

Urkullu acudió el martes a este memorial ubicado en Buenos Aires, un centro de paredes desconchadas, que hacen rebotar el eco y tienen rastros de humedad. Fue un centro de torturas y exterminio durante la dictadura que asoló el país desde 1976 a 1983. Ese lugar, que acompaña la experiencia con testimonios grabados de los supervivientes y se ampara en datos avalados por la autoridad judicial, fue uno de los 600 centros de detención ilegal que proliferaron en Argentina en aquella época.

En ese centro fueron retenidas 5.000 personas consideradas subversivas, de izquierdas y próximas al peronismo, y tan solo un 5% sobrevivió. Solo 250 personas evitaron la muerte. El resto fueron arrojadas desde aviones mientras aún vivían, en los denominados vuelos de la muerte por los que fue señalado de manera directa el exmilitar Scilingo. Tan retorcida era esa técnica que, cuando se dieron cuenta de que los cadáveres volvían a la orilla, los militares comenzaron a estudiar las mareas para asegurarse de lanzar los cuerpos en el momento adecuado para que no regresaran ni hubiera pruebas.

También en ese centro se dedicaba una habitación a las embarazadas o, concretamente, a las que se encontraran en estado avanzado de gestación, porque el resto tenían el mismo trato que cualquier otro detenido. A las que estuvieran a punto de dar a luz solo les concedían una cama de metal para que pudieran recostarse y un médico. Tras el parto, las madres eran arrojadas en los vuelos de la muerte, y los niños se daban en adopción borrando su identidad. Más de treinta embarazadas pasaron por el centro. Un total de 36 niños llegaron al mundo entre sus paredes, y solo 13 han recuperado su identidad.

En ese centro, parecido a Auschwitz en sus métodos, se orquestaban trabajos forzados. Uno de ellos consistía en que los presos clasificaran bienes robados. Todo un sector del edificio se dedicaba a guardar objetos robados a los detenidos que, paradójicamente, después tenían que trabajar ordenándolos. También se les daban falsas esperanzas hablando de traslados a cárceles comunes, cuando en realidad eran arrojados para su muerte en el mar.

Antes de llegar a su trágico final en los vuelos, los captores retenían a los presos en el centro de exterminio de Buenos Aires durante días, meses o años (en función de lo productivos que les parecieran en los trabajos forzados), intentando en todos los casos arrebatarles la humanidad y cambiar su nombre por un frío número. En aquellos tiempos, los baños del centro eran el único lugar donde los prisioneros tenían ocasión de socializar, y consideraban un acto de rebeldía preguntarse por su nombre, porque sus captores solo los consideraban un número y los encerraban en celdas sin luz y en espacios diseñados para enloquecer, tal y como explica la experta del memorial, Agustina Martínez Alcorta.

Tras la visita, el lehendakari no ocultó su conmoción y propuso trabajar en red para que los centros de memoria de todo el mundo puedan compartir experiencias y hacer pedagogía entre los jóvenes. El lehendakari propuso crear una red de centros para que este memorial y Gogora puedan coordinarse y compartir experiencias con la misión de no repetir errores del pasado.

Antes de ser un centro de exterminio, el local fue simplemente una escuela de la armada para formar marinos y mecánicos de barcos. En la dictadura se comenzó a utilizar como centro de detención. Al centro de torturas lo envolvió una imagen de total impunidad: se situaba en una zona céntrica y muy transitada, la Avenida del Libertador, y en el mismo lugar convivían marinos y profesores de la armada, que de manera inevitable tuvieron que toparse con algún detenido.

Los exmilitares siguen sin proporcionar información sobre lo sucedido y sobre los desaparecidos, cuya búsqueda es una misión imposible porque sus cuerpos se los ha tragado el mar. Ese pacto de silencio sigue vigente hoy en día, e incluso los responsables modificaron el aspecto del centro eliminando el sótano para contradecir y restar crédito a los testimonios de las víctimas.

FRANQUISMO

El edificio de Buenos Aires es todavía una prueba judicial para los tribunales que investigan las desapariciones. Esa es una de las diferencias esenciales con el caso del franquismo en España. En Argentina, los jueces dictaminaron que fueron delitos de lesa humanidad y que, por tanto, no prescriben. Se han dictado 160 sentencias, aunque el director Chamorro, responsable del centro, no llegó a ser condenado antes de morir. No se ha escuchado ninguna petición de perdón por parte de los exmilitares ni del Ejército como institución. Los testimonios de los supervivientes y las pistas que se encuentran en las paredes del memorial (pequeños grabados con números de teléfono o iniciales de las víctimas) son determinantes para arrojar luz. Las propias víctimas participan a menudo en las visitas para transmitir sus vivencias. El mensaje que quiso hacer público la directora del memorial, Alejandra Naftal, consistió en apostar por la «luz de la democracia y la justicia frente a la impunidad».

Urkullu transmitió la importancia de los memoriales «para recuperar la historia, sanar heridas y que lo sucedido no vuelva a repetirse». Recordó la Guerra Civil española, el franquismo, ETA y la violencia de Estado y apostó por «una memoria crítica que no persiga la equiparación ni la justificación, sino que sirva para no repetir lo pasado». La subdirectora de Promoción de Derechos Humanos de Argentina, Marisa Frescó, también apostó por la memoria.

https://www.deia.eus/actualidad/politica/2018/11/02/urkullu-propone-red-mundial-memoria/679728.html

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