Infobae – Cinco nietos volvieron a la ex Esma

Por Analía Argento

Guillermo Pérez Roisinblit, Alejandro Salvador Fontana, Sebastián Rosenfeld Marcuzzo, Jorge Castro Rubel y Juan Cabandié Alfonsín forman una ronda en el patio del Casino de Oficiales, justo sobre el sótano de la ex ESMA donde funcionaban las celdas de tortura. Se les suma el mellizo Gonzalo Reggiardo Tolosa que no nació en ese centro clandestino de detención sino en La Cacha, una cárcel bonaerense. Está aquí «porque los considero mis hermanos», explica con una voz apagada pero convencido de lo que está diciendo.

Los seis charlan solos un rato. Alguno fuma. Los organizadores de la visita los miran de lejos. Ninguno sonríe. Agachan sus torsos apenas un poco hacia adelante, se tocan sus cabezas mientras se unen con sus brazos en ronda y algo se dicen que sólo ellos escuchan. Parece que están por salir a jugar en equipo. Después se ponen en pose para una selfie. Uno levanta el brazo con el celular en la mano, miran hacia arriba, están abrazados y ahora sí sonríen.

Entonces se dan vuelta hacia la puerta y empiezan a caminar. Parecen listos, dispuestos o resignados.

Un rato antes, mientras tomaban café, avisaron que les sucede lo mismo en cada visita: no quieren estar ahí y al mismo tiempo necesitan estar ahí.

Frente al ingreso al Museo Sitio de Memoria, 200 personas esperan para verlos. Es sábado a la tarde, el último del mes de octubre del 2017. Son los protagonistas de «La visita de las Cinco», un ciclo que se repite con invitados «especiales» y que en esta ocasión los juntó por primera vez en ese lugar para homenajear a las Abuelas de Plaza de Mayo en el 40° aniversario de su creación.

La directora del Sitio, Alejandra Naftal, se para a la izquierda del público con el micrófono en la mano derecha y un paquete de pañuelos descartables en la otra mano. En el otro extremo se para Julián, el guía, y la cronista invitada que esto escribe para un libro escrito por distintos escritores y periodistas. En el medio queda un espacio vacío.

Durante unos minutos nadie habla. Todos miran hacia la puerta vidriada central por donde se los ve aparecer a los seis: Guillermo, Alejandro, Sebastián, Jorge, Juan y Gonzalo caminan juntos, despacio. También ellos van callados.

A través de la puerta y paredes de vidrio cubiertas con imágenes de detenidos desparecidos se asoman los seis. Guillermo y Alejandro son corpulentos, bastante altos y ya cargan con algo de panza. Gonzalo perdió bastante pelo. Juan adelgazó. Jorge tiene alguna cana. También Sebastián.  Cinco de los seis salieron cuando eran bebés, horas o en algún caso días después de haber nacido en el sótano o en el altillo de este lugar.

A ninguno le gusta volver. Ni al hijo de Patricia Roisinblit que cruza sus brazos delante de su cuerpo. Ni al hijo de Liliana Fontana que se mete las manos en los bolsillos. Ni al hijo de Elizabeth Patricia Marcuzzo que mira el piso y apenas levanta los ojos para ver el video que narra parte de lo que fue el plan sistemático de robo de bebés. Ni al hijo de Ana Rubel que une sus manos detrás de su espalda. Ni al hijo de Alicia Alfonsín que durante toda la semana dudó entre ir y no ir porque después la tristeza le dura por lo menos toda la semana siguiente.

Naftal cuenta la historia breve de los cinco que nacieron en el casino de oficiales de la ex ESMA. La hoja tiembla en su mano y Naftal admite que por primera vez no puede hablar sin leer. Se le quiebra la voz cuando nombra a la mamá de Juan, ahora diputado nacional del Frente para la Victoria, conocida durante su cautiverio como «Bebé». Guillermo Pérez Roisinblit, que recuperó su identidad en el año 2004, la abraza fuerte, le sostiene las hojas mientras ella lee que su madre lo llamó Rodolfo. Cuenta también que Pedro Alejandro se enteró unos meses atrás, por la declaración de una sobreviviente en el juicio ESMA I, que también él nació acá. «Va a ser mi primera recorrida», confiesa Salvador Fontana que hace años se negó al examen de ADN pero que avisa que después de la visita se irá a la casa de su abuela que cumple años. Lo aplauden fuerte.

Guillermo es el nieto de la vicepresidenta de Abuelas, Rosa Roisinblit, y  hace pocos días pidió que no se otorgue a su apropiador el beneficio de la prisión domiciliaria porque tiene miedo. Esa tarde de octubre del 2017 en la ex ESMA no tenía miedo pero tampoco se lo veía feliz a pesar de afirmar que su vida sigue y que conformó una familia y avanza con sus estudios universitarios. Recuerda haber estado aquí «más veces de las que me hubiera gustado venir». Pero vuelve.

Jorge está aquí por tercera vez: «Es muy difícil pero estoy convencido de que había que estar», dice y agrega que es «un homenaje a nuestras madres que resistieron y nos sostuvieron en su vientre». También conoció en el 2004 su verdadera identidad.

Juan Cabandié se siente como frente a un paredón y así lo describe. Está serio cuando revela lo que le pasa: «Vale la pena el esfuerzo si sirve para que otro joven, hombre o mujer, pueda recuperar su identidad y para concientizar, para hacer el ejercicio de replicar lo que pasó en un marco en el que se conjuga la desmemoria, la indiferencia o el negacionismo que es peor».

Gonzalo, que acaba de abrazarse a Juan, recuerda que se conocieron de chicos y que compartían con su mellizo Matías y con Juan fiestas de cumpleaños «sin saber cada uno quiénes éramos verdaderamente». No relata detalles pero los apropiadores de ambos, Luis Falco y Samuel Miara, eran compañeros en la Policía y compartían con los chicos el club y eventos ‘familiares’. Ambos fueron condenados por apropiación, entre otros delitos de lesa humanidad que en el caso de Miara probó la Justicia.

«A nuestros padres los secuestraron sin juicio, sin causa, los hicieron desaparecer. Muchos responsables hoy están en libertad, sin juicio ni prisión preventiva, hoy que se habla tanto de Justicia y mientras se aceleran procesos para otras personas», cuestiona Sebastián y en palabras que todos repetirán en el transcurso de la visita señala que «eso no es algo que ya nos pasó, nos sigue pasando y hasta hace dos días le pasaba a la nieta 125 que acaba de recuperar Abuelas. Todavía hay personas que no saben qué pasó ni que han sido robadas», recuerda en referencia al anuncio que acaba de hacer la institución.

La visita al interior del edificio arranca como es habitual con un video proyectado sobre las paredes de la primera sala. Entre mucho material de archivo aparecen Ramón Camps, Jorge Rafael Videla, José Alfredo Martínez de Hoz. Se ve y se oye al almirante Emilio Massera, jefe de la Armada, bajo cuya órbita se encontraba el centro clandestino ESMA: «Aquí luchan los que están a favor de la muerte y los que estamos a favor de la vida» se oye implacable la voz del almirante que murió sin ser juzgado en la causa por el Plan Sistemático de Robo de Bebés porque su mente ya no comprendía y fue declarado inimputable.

El recorrido continúa luego hacia el tercer piso, adonde se accede por una escalera. Guillermo Pérez Roisinblit hace algunas preguntas sobre la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. Las responde «Mantecol», sobreviviente del sitio que está mezclado entre el público. Cuenta cómo taparon el ascensor, cómo los trasladaron encapuchados a una isla del Tigre.  Guillermo pide a los visitantes que miren las marcas que sobre los escalones dejaron los grilletes que tenían los detenidos desaparecidos en los tobillos. «Estén atentos a ese detalle» propone y agrega: «Gracias».

En el sector llamado Capucha cada cual hará su propio recorrido. En la pieza de las embarazadas está la réplica de la carta que escribió la mamá de Sebastián, parecida a la de muchas secuestradas que dieron a luz y a las que prometían entregar a sus niños a la familia de sangre. La carta de la mamá de Sebastián fue la única que llegó, con el niño, a su abuela materna. Incluso hay una réplica de un pañuelo sobre el que Elizabeth escribió un poema en letras mayúsculas: «Se le hinchan los pies el cuarto mes le pesa en el vientre a esa muchacha en flor por la que anduvo el amor regalando simiente…».

Desde sus doce años Sebastián tiene ese pañuelo. Su mamá se lo entregó en un baño del centro clandestino a Graciela Daleo cuando intuyó que sería llevada al llamado «destino final». Daleo sobrevivió, recuperó su libertad y buscó al hijo de Elizabeth y le dio el pañuelo.

En el pasillo, parado en la puerta de la pieza de enfrente está Juan Cabandié. «Mantecol» se acerca y le cuenta: «Vos llorabas mucho, los compañeros decían ¡cómo llora!». «¿Me escuchaban llorar?» pregunta Juan en voz baja y él le dice que sí. «¿Me viste ahí?», repregunta y se sorprende Juan y «Mantecol» le repite que sí y que siempre había querido contarle. Juan lo mira a los ojos y se anima: «¿Sabés si yo tomaba la teta?». «Mantecol» se incomoda, hace un gesto con los hombros y se excusa, no sabe, contesta con pena.

Dos metros más allá Guillermo parece un guía experimentado. Se para frente al dintel de una puerta y muestra el espacio minúsculo bajo un techo en diagonal. En la parte más alta apenas cabe una persona de pie y en la más baja sólo cabe una persona en cuclillas o acostada. «Este es el lugar que más me conecta con mi historia y mi mamá» relata mientras invita a mirar el cuartito que por el excesivo calor a veces dejaban abierto permitiendo que los detenidos a los que mandaban a trabajar a la llamada pecera (a unos 20 pasos de allí) vieran a su madre. Algunos la vieron embarazada y otros  durante tres días, entre el 15 y el 18 de noviembre de 1978, la vieron después del nacimiento de Guillermo con él en brazos.

Los visitantes hablan poco y miran mucho. Escuchan y hacen alguna pregunta. «Estoy devastada» dice una mujer y se sienta. Ramona en cambio parece esperanzada. «Es la primera vez que veo a un nieto», habla con la mirada iluminada esta mujer de Formosa, sobreviviente también, que se acerca a Sebastián y empieza a narrarle toda su historia. Cuando por fin se desahoga, lo abraza muy fuerte y parece que no lo quiere soltar. Cuando se separan ella sonríe. El también.

Además de las habituales visitas diarias de martes a domingos, una vez al  mes el Sitio organiza la «Visita de las Cinco», el último sábado del mes, con invitados especiales y a las cinco de la tarde. Este marzo, excepcionalmente por el feriado del Día de la Memoria la visita será el domingo 25.

En el marco del día de la mujer, se recordará a Matilde «Tili» Itzigsohn, física y programadora de IBM en Astilleros Río Santiago, delegada gremial y militante de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) desaparecida. El recorrido será acompañado esta vez por Victoria Basualdo, historiadora e investigadora de FLACSO y CONICET, especialista en estudios del trabajo y movimiento sindical y por las hijas de Izigsohn: Lucía García, periodista y Maine García, socióloga y militante del CeProDH y PTS. La cronista invitada será la periodista y conductora de radio y TV Gisela Busaniche.

https://www.infobae.com/politica/2018/03/24/el-dia-en-que-cinco-nietos-volvieron-a-la-ex-esma-el-centro-clandestino-donde-nacieron/