Página 12 – Ejemplo de dignidad y solidaridad

Las palabras de un poema restituyen la presencia de una voz para cauterizar esa herida imposible que implica la desaparición forzada en la memoria del cuerpo social. “¡Pablo, nunca fuiste ausencia!/ Después de que tus huellas desaparecieron/ en las arenas movedizas de la dictadura/ te vemos aparecer en el fuego,/ vos, Pablo, con ojos sonrientes/ cruzando nuestros caminos/ por encima de las luchas encendidas de los pobres”. Estos versos fueron escritos por Patricio Rice (1945-2010) para recordar al sacerdote Pablo María Gazzarri, detenido desaparecido por la dictadura cívico militar el 27 de noviembre de 1976, a los 32 años, cuando fue secuestrado por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Fátima Cabrera, amiga de Gazzarri y compañera de Rice, leerá hoy a las 17 el poema completo en el marco de la Visita de las Cinco, una performance guiada que se realiza el último sábado de cada mes en el Sitio de Memoria ESMA (Avenida del Libertador 8151), con entrada libre y gratuita. También estará presente el padre Francisco “Paco” Olveira, párroco de la Isla Maciel. El cronista en esta ocasión será Sebastián Hacher, periodista y autor de Sangre salada y Cómo enterrar a un padre desaparecido.

“Pablo es uno de nuestros mártires que nos sigue marcando el camino”, dice Cabrera, una de las coordinadoras de la Tecnicatura de Música Popular que llevan adelante las Madres Línea Fundadora en el Espacio Memoria y Derechos Humanos. Gazzarri, que era sacerdote en la parroquia Nuestra Señora del Carmen en el barrio de Villa Urquiza, había iniciado su militancia y acción pastoral en la villa de la Isla Maciel. En el 76 se incorporó a la Fraternidad Hermanitos del Evangelio (Carlos De Foucauld), integrada por un puñado de sacerdotes que vivían en lugares humildes, y muchos trabajaban como obreros y artesanos. Participó además del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, de Descamisados y de Cristianos por la Liberación. “La última vez que lo vi creo que fue en julio del 76, o tal vez un poco antes –recuerda Cabrera a PáginaI12–. En donde nosotros estábamos, en Soldati y el Bajo Flores, se produjo el secuestro de varios catequistas y un grupo de jóvenes junto con el padre Yorio. Ya se sentía la persecución y tiraban cuerpos asesinados por la zona. Yo fui secuestrada el 11 de octubre del 76 junto con Patricio Rice; entonces era catequista y militante de la zona. Cuando nos secuestraron, pensamos que nos llevaban a la comisaría, que se fijaban en los antecedentes y al ser Patricio sacerdote nos dejaban en libertad. Nunca pudimos imaginar todo el horror que viviríamos después. Nos llevaron a Garage Azopardo y finalmente a Coordinación Federal”.

Cabrera advierte que el primer testimonio que tuvieron acerca del paso de Gazzarri por la ESMA fue cuando el exmilitar Adolfo Scilingo dijo que una de las personas que fueron lanzadas al mar en un “vuelo de la muerte” era un sacerdote. Según el testimonio de uno de los sobrevivientes, Gazzarri habría sido arrojado desde un avión en enero de 1977. “Para la Navidad del ‘76, mientras a un grupo de prisioneros nos atormentaba un capellán de la Armada sobre la necesidad de arrepentirnos y apoyar la cruzada contra el comunismo internacional, Pablo daba ánimo a los torturados para resistir y seguir luchando por los más pobres y humildes. Lo recuerdo tirado en el piso de la celda, arriesgándose a hablar con quien tenía a su lado o incluso intercediendo ante la guardia para que le dieran agua o comida a alguno que no tenía voz o voluntad para pedirla. Una noche o un día cualquiera se lo llevaron y no lo vi ni sentí su presencia física nunca más. Me quedó sólo un ejemplo de dignidad y solidaridad, que alimenta hoy la esperanza por seguir resistiendo hasta que otro mundo sea posible”, revela Raúl Cubas, sobreviviente de la ESMA.

“Todos creíamos en cierta legalidad, que es lo que les pasó a muchos familiares y a las Madres”, explica Cabrera. “Apenas nos secuestraron, con Patricio nos quedamos esperando a que averiguaran nuestros antecedentes. Cuando nos llevaron a Azopardo, empezaron las torturas y ahí nos dimos cuenta de que era un infierno y que eran dueños de nuestras vidas. Ahí fue realmente cuando tomamos conciencia. Yo era muy jovencita en ese momento, tenía 18 años”. La amiga de Gazzarri, con la voz flameando como una bandera emocionada, reconoce que la desaparición forzada de Santiago Maldonado volvió a revivir otra vez algo que creyó que “nunca más iba a suceder”. “La lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia siempre va a ser muy intensa y es algo que pasa por nuestras vidas, por nuestros hijos, por las generaciones que vienen. Somos los testigos directos incluso de aquellos que no pudieron hablar. Los sobrevivientes tenemos esa gran carga de ser los testigos de ese lugar de horror y de muerte”, plantea Cabrera y concluye citando otro verso el poema que leerá: “Tu sonrisa de Jesús es un faro/ para el revoleo tormentoso del tiempo”.

 

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